La fábula es un texto literario, un relato breve y ficticio. Puede estar escrito en prosa o verso. En ocasiones tiene una moraleja final. Los personajes pueden ser personas, animales u otros seres, habitualmente personificados.
Características
- El género.- Las fábulas pueden estar escritas en verso o en prosa.
- La brevedad.- Suelen ser historias breves
- La presencia de elementos esenciales de la narración.- Acostumbra a haber un narrador que cuenta lo que les sucede (acción) a unos personajes en un lugar y en un tiempo indeterminados. Las fábulas, como los cuentos populares, no se sitúan en una época concreta. Son intemporales.
- Una estructura sencilla.- El esquema de muchas fábulas empieza con la presentación de una situación inicial, tras la cual se plantea un problema, que unas veces tiene solución y otras no. La historia finaliza con una moraleja. Esta estructura también se denomina: presentación, nudo y desenlace. No siempre aparece la moraleja, a veces no está. Lo habitual es que figure al final de la fábula pero en ocasiones estará al principio.
- Los personajes.- Los personajes son, en su mayoría, animales u objetos humanizados.
- Los temas.- Los vicios y defectos son los temas tratados en las fábulas (la envidia, la avaricia, la arrogancia, la mentira…).
- La intención.- Detrás de cada fábula hay una crítica hacia ciertos comportamientos y actitudes, que se disimula con el uso de personajes humanizados.
- La moraleja.- La moraleja es una enseñanza moral, es decir, un consejo o pauta de conducta. La moraleja puede ser una frase o una estrofa. La más corriente es el pareado, una estrofa de dos versos que riman entre sí.
FIGURAS LITERARIAS
Son los recursos que permiten a los escritores, no solo expresarse con corrección sino además, expresar ideas de manera más agradable y más sugerente.
La personificación es una figura literaria que consiste en atribuir características de seres humanos a seres inanimados o animales. Esta es muy usada en la fábula
ALGUNOS AUTORES
Estrellita del mar era muy bella, por dentro y por fuera. Todos los demás habitantes del océano eran testigos de dicha belleza, y se lo hacían saber casi cada día al cruzarse con ella. Era muy admirada y querida bajo el fondo del mar y, sin embargo, Estrellita estaba triste.
Hubo una vez una liebre que vivía en un bosque y que disfrutaba enormemente con todo aquello que la rodeaba. Aquella liebre sabía disfrutar de la vida, y cosas tan sencillas como mirar los elementos de la naturaleza o al resto de animales del bosque, la colmaba de felicidad.
ALGUNOS AUTORES
Fábula: La increíble Estrellita del mar
La increíble Estrellita del mar
Estrellita del mar era muy bella, por dentro y por fuera. Todos los demás habitantes del océano eran testigos de dicha belleza, y se lo hacían saber casi cada día al cruzarse con ella. Era muy admirada y querida bajo el fondo del mar y, sin embargo, Estrellita estaba triste.
Cuando salía a la superficie del mar, Estrellita contemplaba el cielo y envidiaba el brillo y la luminosidad de aquellas estrellas. Compartían nombre, pero Estrellita se sentía mucho más fea e inferior que ellas. Cada vez que se asomaba por fuera del mar, y también cuando no, deseaba con fuerza convertirse en una de aquellas estrellas brillantes y luminosas del firmamento. Y a veces era tan fuerte el deseo, que la comía por dentro.
Un pez amigo suyo, que observaba su desdicha, le dijo:
- Estrellita, no tienes nada que envidiar a tus hermanas del cielo, porque tu belleza es tan brillante o más que la de ellas. Tú eres valiosa por fuera y por dentro.
Estrellita, aunque agradecida por las palabras de su amigo, no se convenció, y continuó triste soñando ser de otra forma. Suspiraba noche tras noche y se recreaba en su tristeza contemplando el cielo, cada vez un poquito más triste.
Hasta que un día, Estrellita soñó que era una estrella del Universo, esa con la que tantas veces había soñado. Pero el mar se veía entonces muy lejos, y sus amigos quedaban atrás, no pudiendo ni siquiera saludarlos. También estaba lejos del resto de estrellas del cielo, a pesar de que desde el agua parecían amontonarse y estar todas muy unidas. Y no se sintió dichosa allí en el cielo.
FÁBULA: LA LIEBRE Y EL VIOLÍN
Hubo una vez una liebre que vivía en un bosque y que disfrutaba enormemente con todo aquello que la rodeaba. Aquella liebre sabía disfrutar de la vida, y cosas tan sencillas como mirar los elementos de la naturaleza o al resto de animales del bosque, la colmaba de felicidad.
Aquella liebre encontró, en una ocasión, un viejo violín abandonado en una de tantas excursiones que realizaba para explorar cada uno de los rincones del bosque. No dudó en toquetear sus cuerdas como podía, en busca del atractivo de aquel instrumento, y en busca también de pasar un rato divertido más.
La liebre aprendía muy rápido, y tanto gusto le cogió a tocar el violín, que día y noche procuraba distraerse con su música. Pero aquella música no era miel para todos los habitantes del bosque que, cansados de escuchar sus recitales a todas horas, comenzaban a sentirse incómodos con la actitud de su amiga la liebre.
- ¡Vamos liebre! Deja de tocar ya un poco ese violín, y acompáñanos a buscar provisiones para el invierno, que ya está cerca. – Dijo una vecina.
Pero la liebre no hacía caso a nadie, tan entusiasmada como estaba con su violín, y continuó tocando aquellas viejas cuerdas sin parar. La liebre buscaba aprender a tocar bien el instrumento, porque le encantaba superarse a sí misma y aprender cosas nuevas, pero tanto se cegó con aquel violín que no supo darse cuenta de que el invierno ya estaba llegando.
Cuando por fin llegó, la liebre se dio cuenta de que no iba a tener nada que comer porque no había recolectado nada para hacerlo, y tuvo que ir a casa de sus vecinas a pedir alimentos. Afortunadamente, la liebre seguía siendo querida por todos sus vecinos del bosque y no dudaron en darle cuanto necesitaba, pero ella comprendió con aquello que no había obrado con responsabilidad y que había sido muy egoísta. Entonces, para corresponder a todas aquellas buenas amistades, la liebre (que ya dominaba el violín como el mejor de los músicos de tanto que había practicado) no dudó en dedicarles preciosas canciones a todos en señal de gratitud.
¡Qué rápido pasó aquel invierno y qué bien lo pasaron todos!